En mi anterior entrada hablamos de
que la resistencia a la insulina que hoy se asocia a la obesidad de predominio abdominal y que
es la base de las enfermedades que llamamos Síndrome Metabólico y Diabetes Mellitus
tipo 2, podría haber sido en realidad una adaptación que en nuestro pasado no
tan lejano nos ayudó a sobrevivir. Procedo sin más prolegomenos y por el mismo
precio a explicarme mejor.
La
insulina es la hormona que avisa al cuerpo (concrétamente a nuestro hígado) de
cuanta energía le llega y que dirige esa energía a sus depósitos naturales en
el organismo (recordad la metáfora del modelo insulina-sereno). Existe una
teoría muy difundida llamada de la selección del “fenotipo ahorrador” que
explica por qué sobrevivimos, los que lo hicimos, a épocas de hambruna y de
ayunos forzosos, como los que caracterizaron a la vida de nuestros antepasados
antes del neolítico, cuando éramos cazadores-carroñeros-pescadores-recolectores
(antes pues del descubrimiento de la agricultura, que como sabéis, permitió al
homo sapiens planificar lo que iba a comer los días siguientes por primera vez
en su historia). Según esa teoría la presión del hambre seleccionó aquellas
azarosas mutaciones en nuestros genes que otorgaban, pese a comer menos, una mayor
capacidad para ahorrar calorías, de modo
que fueron los afortunados poseedores de las mismas (esas autenticas
"baterías humanas alcalinas") los únicos que sobrevivieron y transmitieron
sus genes; su descendencia hoy día, en el ambiente hipercalórico actual, es
proclive a seguir acumulando reservas para sobrevivir a un futuro ayuno que
actualmente nunca llega, con la consiguiente y consecuente obesidad (continuarían
siendo ahorradores de energía aun cuando ya no tendría sentido). Pues bien, yo
confieso que estoy entre los que no se creen del todo esa teoría… A mi me
cuadra más si se le añade un matiz que unos autores australianos (S Colagiuri
et al) bautizaron en 2002 como “la conexión carnívora”.
¿En
qué consiste esta conexión carnívora? Pues en que nuestros antepasados no
pasaron hambre de forma uniforme de todo tipo de comida. En la época de las graduales
glaciaciones (creo que fueron 11) que asolaron nuestro planeta en los dos
últimos millones de años previos al neolítico, existen múltiples datos que
demuestran que tuvieron que privarse de comer sobre todo frutas, raíces,
plantas y derivados (por la climatología) y que sobrevivieron gracias a
adaptarse al carnivorismo (derivado del carroñéo primero y de la caza-pesca
después), funcionando con proteínas y grasas como principales combustibles.
Esa adaptación a comer muy de cuando en cuando pero comidas con alto aporte
calórico (los carnívoros comen muchas calorías de golpe pero cada 24-48 h,
mientras que los herbívoros precisan estar comiendo hierba y hojas, con
bajísimo contenido energético, durante casi todo el día) conllevó cambios
anatómicos y funcionales en nuestro organismo que han dejado huella en los
fósiles encontrados hasta la fecha (el rastreo pormenorizado y explicado de
todas esas huellas, pese a ser apasionante, se merecería más que otra entrada
completa... todo se andará). De entre esos cambios, el que ahora nos ocupa, se
produjo en el funcionamiento de la insulina y aún hoy es reconocible el
distinto funcionamiento de esta hormona entre carnívoros, herbívoros y
omnívoros. Ya sé que sabéis que somos
omnívoros, como los cerdos, los osos, algunos simios y algunos marsupiales,…
¿Pero sabéis lo que eso implica? ¿De qué está más cerca un omnívoro , de un
carnívoro o de un herbívoro? Mejor dicho, ¿nuestra llegada al selecto
club del omnivorismo viene de un herbívoro que se hace carnívoro o de un
carnívoro que se hace herbívoro? ... ¿Lo tenéis?... Bien, salvo que penséis que
venimos del tigre (como tal vez sea el caso de Silvester Stallone) más que del
mono y de los primates, habrá que concluir que es más bien lo primero... un
mono primero herbívoro y luego frugívoro e insectívoro, que forzado por el frío
y su amplísima distribución geográfica, se hace carnívoro (algunos monos como
los papiones hoy día han colonizado la sabana y otras regiones desérticas
gracias a meter la carne en su dieta y unos buenos colmillos en su mandíbula).
Pues
bien, ser omnívoros nos define como capaces de digerir productos animales y
algunos vegetales (frutas, hortalizas, tubérculos e incluso legumbres siempre
que estas últimas no estén crudas), pero como incapaces de digerir la celulosa
de las hojas de la inmensa mayoría de plantas (sencillamente carecemos de la
región del intestino grueso donde un herbívoro como el gorila digiere y
fermenta toda esa celulosa para extraerle la energía; para ser exactos, la
hemos atrofiado... ahora la llamamos "apéndice" y, como algunos de
vosotros podréis acreditar, podemos prescindir de ella al no servirnos presuntamente
para nada).
Pero
vamos con la insulina, que me sale el Félix Rodríguez de la Fuente que llevo
dentro y me descentro. En el músculo de los herbívoros la insulina trabaja de
un modo mucho más eficiente que en el de los carnívoros (con menos insulina en
sangre, basta para sacar más glucosa y más rápido desde la misma). En los
herbívoros, que están todo el tiempo comiendo carbohidratos de absorción lenta
pero continua a partir de hojas y hierbas, el torrente de energía escaso pero
constante y prolongado que eso supone provoca una secreción discreta pero
continuada de insulina que al ser muy eficiente basta para rellenar de energía
sus músculos, no quedando glucosa sobrante en sangre que se destine a fabricar
grasa (son animales que no suelen ayunar salvo para dormir). Los carnívoros
funcionan al revés, están mejor adaptados al ayuno que practican de forma más
habitual, y cuando comen ingieren gran cantidad de energía calórica toda de
golpe; eso les dispara la insulina... menos mal que esta es menos eficiente, al
haberse hecho resistentes a ella. De otro modo, cuando el carnívoro tras gran
ejercicio físico por su parte logra abatir una presa que es casi toda ella
grasa y proteína y la devora, la elevación en su sangre de la insulina que
experimentaría al detectar su organismo esa entrada energética de gran densidad
calórica, le provocaría una hipoglucemia (una bajada de azúcar)... esta
resistencia a la insulina propia de los carnívoros les permite que sus músculos
funcionen preferentemente con derivados de la grasa como combustible y que esa
glucosa siga estable en sangre (al perder la competencia con la grasa por
entrar al músculo). La energía sobrante, así
mismo, entra en el tejido graso que es donde la insulina menos ha
perdido su antigua eficiencia y servirá de reserva hasta que llegue la próxima
presa (la insulinorresistencia no es uniforme en el organismo siendo más
marcada en el músculo esquelético).
Vale,
cierro
ya el círculo. Estas sociedades pre-agrícolas (e insulinorresistentes para adaptarse
al carnivorismo) de repente afrontan un exceso continuado de oferta calórica
(impropio de su modo de vida preferentemente carnívoro) al descubrir la
agricultura y vuelven en cierto modo al funcionamiento herbívoro (muchas
comidas al día pero no tan densas energéticamente, porque en la antigüedad la
agricultura preindustrial no se parecía en nada a la actual, al rendir
productos casi sólo de absorción lenta); los primeros que lo hicieron (oriente
medio y el mediterráneo) y que llevan miles de años en ello, parecen haberse
adaptado y no engordan tan fácilmente (tienen "genética de agricultor",
que suelo decir yo). Los que incluso a día de hoy aún no han contactado con la
agricultura (como algunas tribus esquimales, los aborígenes australianos o los indios PIMA, por ejemplo)
están en el otro extremo y engordarían y harían Diabetes tipo 2 con especial
facilidad; "genética de cazador-recolector". En medio, hay un
amplio espectro continuo en el que podemos identificarnos todos en mayor o menor grado. De modo que... ¿Qué eres
tú? Mi estimado seguidor, ¿Más carnívoro o más herbívoro? Mejor aún, ¿Más
cazador o más agricultor? Conócete a ti mismo... como dijo un célebre personaje
histórico que seguro acertaréis.
En la próxima entrada descansaremos un poco de la insulinorresistencia (aunque volveremos sobre ella a no tardar,... tengo un vicio...) y a petición popular bajaré un poco a la tierra, se llamará "08- ¡¡Estos lácteos son la leche...!! ¿o no?"
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